LA MENTIRA
ES NECESARIA PARA LA CONVIVENCIA
Las
personas con poder mienten más y mejor
Esteban Hernández.
No podemos saber cuándo un poderoso nos está
mintiendo, afirma el estudio realizado por Dana
Carney, profesora de la Business School de la
Columbia University, porque resulta extremadamente
difícil descubrirle: quienes ocupan un puesto de poder
mienten con más facilidad y credibilidad que quienes no
lo tienen. Un hecho que resulta verosímil, asegura
José Miguel Fernández Dols, catedrático de
psicología social de la Universidad Autónoma de Madrid,
desde diversos puntos de vista.
Así, sabemos desde hace tiempo que el poder
provoca desinhibición, lo que facilita la mentira:
puesto que no contamos con claves que nos ayuden a
desenmascarar al mentiroso (las que tenemos nos permiten
saber cuándo alguien está ansioso, pero no cuándo
miente), aquellos factores que, como el poder,
facilitan la seguridad en sí mismo y disminuyen la
ansiedad consiguen que se pueda faltar a la verdad con
mucho mayor aplomo”.
Un segunda clase de razones tiene que ver con la
mentalidad del poderoso, alguien que se engaña a sí
mismo muy fácilmente. “Cuando vives en un entorno en el
que cada vez más estás más aislado y te rodean
guardaespaldas mentales que siempre te dicen lo que
quieres escuchar, acabas por crear tu propio mundo. Y
así es muy difícil saber cuándo alguien miente de modo
intencional y cuándo simplemente se cree ese mundo de
fantasía en el vive inmerso”.
Sin embargo, la mentira no siempre es utilizada
instrumentalmente por el poder. Los seres humanos utilizamos
habitualmente mentiras blancas con el objetivo de
engrasar las relaciones, y de mantener una actitud
cortés frente a los demás. En otro caso, asegura
Fernández Dols, “nos comportaríamos como las personas
afectadas por al síndrome de Asperger (una enfermedad
que hizo popular la película Rain Man), cuyo
problema social es que no saben mentir. Son personas
muy objetivas, que no pueden comprender el estado del
otro, y que siempre dicen la verdad. Si les preguntas
cómo están, te pueden hacer una lista muy detallada de
cómo se sienten. Y si entienden que en una prueba se les
ha puntuado más de lo que merecen, se quejan al
profesor”.
Las personas normales no solemos ejercer ese
nivel de franqueza absoluta, asegura Fernández Dols, ya
que “un cierto porcentaje de mentira es necesario
para un buen funcionamiento social. Así podemos
autopresentarnos o salvar la cara a los demás sin
resultar molestos y de modo que nuestras relaciones
puedan mantenerse”. En este sentido, una persona con
poder, y que por tanto ha de tratar habitualmente con
gran número de personas, es probable que falte a la
verdad en muchas más ocasiones que alguien que carece de
él. Pero ese sería un uso más o menos “educado” de las
medias verdades muy diferente a las acusaciones que,
sobre todo en el entorno político, se hacen recaer sobre
los poderosos.
No obstante, deberíamos tener en cuenta a la hora
de valorar la situación que vivimos en un entorno en
el que desee quiera alcanzar puestos de poder
raramente puede hacerlo sin echar mano de la
mentira. Así, quienes aspiran a subir por la escala
del poder han de difundir una imagen, a menudo alejada
de la real, para poder jugar sus bazas con eficacia en
unos medios de comunicación de masas que priman la
representación sobre la realidad. Como advierte
Fernández Dols, “la vida pública actual se ha convertido
en un sistema con reglas propias muy opacas. Al final,
lo único que conoces de la persona a la que votas es su
imagen pública. Sabes más de la persona a la que le
compras el pan que a la que eliges como presidente de
gobierno o a la que votas en una junta de
accionistas” Y esa es otra gran constante de
nuestros tiempos: cuanto más datos tenemos, menos
sabemos; cuanta más información hay, más opaco
resulta el acceso a una evaluación efectiva”.
Y el asunto se complica aún más en la medida en
que quien logra acceder a los lugares de poder suele
tener que transitar previamente por los pasillos de las
grandes organizaciones (partidos políticos, empresas,
etc.) donde ha de saber manejar distintos grupos de
interés, gestionar luchas internas y apoyarse en
aquellos que le pueden ayudar, algo que no puede hacerse
eficazmente sin un uso astuto de la mentira. Y esto es
aún más cierto, señala Fernández Dols, “en países de meritocracia débil como
España, donde los criterios de mérito no son
evaluados en cuanto tales sino en función de la
pertenencia a determinados grupos. En todas las
organizaciones quienes triunfan son buenos navegadores
sociales, pero no pueden ser sólo eso, sino que deben
poseer cualidades objetivas y contrastables. Pero no
suele ser así, y menos aún en España, donde los
mecanismos de contrastación son muy débiles”.
La mentira, una herramienta más eficaz que
la verdad
Para Antonio Alonso, profesor de relaciones
exteriores de España de la Universidad CEU San Pablo,
este modo de funcionamiento resulta del todo
contraproducente, ya que no sólo es posible llegar al
poder sin necesidad de recurrir a la mentira sino que
“la persona que se presenta ante el público sin mentir
adquiere un estupendo crédito, mientras que quien dice
hoy una cosa y mañana la contraria pierde adeptos (o
clientes) rápidamente. Para Alonso lo importante no es tanto decir la
verdad cuanto ser sincero, es decir, “presentarse ante
los demás cómo alguien íntegro y honesto”. Y
ésa es una cualidad “que no se construye de la noche a
la mañana, sino que requiere de un crédito que sólo
puede conseguirse con el paso del tiempo. Como todas
las cosas buenas en la vida, cuesta mucho levantarlas y
poco destruirlas”. Coincide Diego Vicente,
profesor de Comportamiento Organizacional en IE Business
School, quien señala que sólo triunfan de verdad aquellos con
quienes la gente es capaz de comprometerse, algo que es
posible únicamente si se logra generar confianza [o sea
autoridad]. Y eso descarta la mentira”.
El problema aparece, sin embargo,
porque la mentira parece resultar mucho
más eficaz [a corto plazo] que la verdad. Hay
múltiples casos que lo demuestran, desde el presidente
de gobierno que justifica la invasión de otro país
porque éste posee armas de destrucción masiva hasta el
dirigente político que niega insistentemente la
existencia de la crisis económica pasando por los
guionistas de una serie que para crear expectativas
respecto de su capítulo final realizan declaraciones
falsas. Todos ellos consiguieron lo que pretendían: EEUU
invadió Irak, Zapatero consiguió ser reelegido y
los datos de audiencia del final de Perdidos
fueron positivos; cuando se hizo evidente para una
gran mayoría de la población que habían sido
engañados, quienes mintieron ya habían alcanzado sus
propósitos. De modo que quizá haya que preguntarse
hasta qué punto actuaciones
tan negativas éticamente obtienen el castigo que merecen
[Un ejemplo clarísimo: http://www.cotizalia.com/en-exclusiva/inspectores-hacienda-denuncian-escandaloso-trato-favor-20100624-54225.html
.
Según Diego Vicente, no es tan claro que la
mentira acabe rentando, ya que “si bien es cierto que
los resultados se pueden alcanzar trampeando, a la larga
ese tipo de actuaciones terminan pasando factura. No
somos tan tontos como para que nos engañen siempre.
La mentira puede sacar de un
problema a corto plazo, pero a medio y largo no
funciona”. En el mismo sentido se pronuncia
Alonso, para quien este tipo de planteamientos sólo
triunfa en esos escenarios cortoplacistas, ya que “la
mentira tiene las piernas muy cortas”. Así, “la
victoria de Obama debe mucho al voto de castigo a Bush,
las mentiras de Solbes sobre la crisis en el debate con
Pizarro no le salvaron de ser despedido un año después,
y estamos viendo cómo la actitud de Zapatero le está
pasando ya factura”.
La efectividad del
engaño, para Vicente, depende mucho de factores que tienen
poco que ver con la correspondencia entre afirmaciones y
hechos, como suele ser el beneficio que se puede obtener
[por decirle a la gente lo que ésta quiere oír y no
lo que es verdadero]. “Así, cuando
Zapatero concurrió a las elecciones de 2008, mucha gente
no quería escuchar que había crisis, que nos estaba
yendo fatal, que nos iba a ir aún peor y que España era
ya uno de los últimos países de la UE. Por eso no les
pasaron factura al presidente las mentiras que
profirió”. Es en ese sentido que Vicente asegura “que la
responsabilidad de las mentiras de Zapatero y de Bush no
es principalmente suya: el problema es nuestro, porque
nos las creímos”.
[ http://www.elconfidencial.com/sociedad/personas-tienen-poder-mienten-mucho-mejor-20100529.html ]
COMENTARIO
MIO:
Tenemos un
solo cerebro pero con dos sistemas de pensamiento
funcionando al mismo tiempo e influyéndose
mutuamente. En esquema
podríamos decir que las bases de funcionamiento son las
siguientes:
1.
Pensamiento lógico (de carácter
objetivo):
Verdad / mentira
2.
Pensamiento mítico (de carácter
subjetivo):
Memoria / olvido
EN UN PLANTEAMIENTO LÓGICO, LA VERDAD ES LO BLANCO Y LA MENTIRA
LO NEGRO. PERO TODOS SABEMOS QUE LA VIDA TRANSCURRE CASI SIEMPRE POR
EL CAMPO INTERMEDIO DE LOS GRISES (PLANTEAMIENTO MÍTICO).
Así, por ejemplo, es difícil saber OBJETIVAMENTE
hasta qué punto la crisis económica puede ser una
desgracia:
La
cifra de millonarios españoles crece el 12% pese a la
crisis:
http://www.elperiodico.es/es/noticias/economia/20100623/cifra-millonarios-espanoles-crece-pese-crisis-economica/343005.shtml
Saludos